jueves, 12 de junio de 2014

El Síncope Blanco

¿Habían escuchado acerca de un autor llamado Horacio de Quiroga? Seguramente no han escuchado de él más que en último grado de preparatoria en la clase de Literatura Iberoamericana, si es que su profe no fue muy barco... En fin, Quiroga es de origen Uruguayo pero creció en Argentina. Es uno de los mayores cuentistas latinoamericanos, pero hay cuentos no tan buenos... Su obra se sitúa entre la declinación del modernismo y la emergencia de las vanguardias. Su vida fue trágica, como todo buen escritor, y uno de los escritores que le inspiró a comenzar a escribir fue Edgar Allan Poe, de quien ya he hablado con aterioridad. En la mayoría de sus cuentos habla acerca de la naturaleza y de la crueldad de la que ésta es capaz, de sus horrores y violencia. Casi siempre que se trata de animales, el escenario es la selva de Misiones, en el norte argentino, lugar donde Quiroga residió largos años y del que extrajo situaciones y personajes para sus historias. 

Una de ellas se llama El Síncope Blanco, es algo trágica. Todo comienza cuando un hombre debe ser operado en un hospital nada parecido a un hospital moderno. Le hicieron inhalar cloroformo para poder sedarlo y comenzar a operar, cuando por fin se rindió de luchar en contra del efecto del cloroformo llegó a un lugar donde había seres blancos y edificios parecidos a templos griegos. Todo parecía indicar que él había muerto.


Estaba caminando por un lugar oscuro y figuras blancas lo rodeaban. Todas caminaban hacia uno de los edificios que el tenía delante. Un oficial se acercó a él, le preguntó si había sido operado. El personaje principal, del que nunca sabremos su nombre, le dijo que si, recordándolo vagamente. Le señaló la inscripción en el edificio en el que debía entrar. La inscripción rezaba: "Síncope Azul". Debía entrar y se le asignaría un número... debía esperar una respuesta en aquel edificio, la respuesta que confirmaría su muerte o su regreso a la vida. El otro edificio era el "Síncope Blanco", edificio del cual no se salía si uno debía entrar en él.

Por fin entró, le fue asignado el número 834 y se sentó a esperar a que le dieran más instrucciones mientras observaba a las personas en la habitación y especulaba acerca de si sabrían el significado de aquella mortal espera. Se dio cuenta que en el fondo había una puerta por la que cada tanto debía pasar una persona cuando el oficial que la cuidaba así se lo indicaba. Decidió levantarse y preguntar a donde conducía esa puerta. El oficial, de mala gana, le dijo que esa puerta la cruzaban únicamente personas que hubieran muerto en síncope. 

Cuando volvió a sentarse vio a una mujer joven sentada a su lado, esperando a que llamaran su número. Nuestro personaje dijo jamás haber visto semejante belleza antes. Cruzó unas pocas palabras con ella, y durante tres cuartos de hora no fue capaz de decir nada, no sabía que decir, que promesas de amor pronunciar porque no sabían sus nombres, ni si vivirían para conocerse fuera del síncope, sin embargo hubo contacto visual. Hablaron sin usar la voz. (Ven caballeros, muchas veces es esto algo admirable en un hombre: deseos puros y lenguaje corporal... romaticismo)

Por fin llamaron el número de la chica y ella se despidió de él con una sonrisa. Estaba encaminándose hacía la puerta por donde entró tal y como nuestro personaje lo esperaba cuando algo pasó. Sólo pudo escuchar que hablaron acerca de un error y que deberían vigilar más a "los de abajo", lo cual significaba que ella no salía triunfante del síncope, si no que saldría por la puerta del fondo. 

Entonces él despertó en el sanatorio en el que había sido operado, preguntándose si la volvería a ver, sin saber por donde comenzar a buscar... Pero la hora era lo único que necesitaba saber para comenzar a buscarla, tal vez estuviese en el mismo sanatorio que él...

Entonces llamó a su médico y le preguntó si habían operado a una mujer en ese mismo sanatorio a la misma hora que a él o si acaso momentos antes. El doctor muy amable y accesible le consiguió la información y poco después pudo decirle que se habían operado a tres hombres y una mujer. Los hombres por supuesto no le interesaban, sólo ella. Le pidió que la describiera, si la recordaba. Mientras el médico lo hacía, él supo que se trataba de ella, que fuera de toda posibilidad ella estaba ahí, cerca de él, tangible y hermosa... El médico cuando notó su reacción le preguntó si la conocía, ya que... ella había muerto. 

Nuestro pobre hombre comienza a expresar su dolor y su incredulidad ante la situación, diciendo que tal vez "Mas yo mismo; este cuarto de sanatorio, estos duros ángulos y esta cama laqué, ¿son cosa real? ¿He vuelto en realidad a la vida, o mi despertar y la conversación con mi médico blanco no son sino nuevas formas de sueño sincopal? ¿No es posible un nuevo error a mi respecto, consecutivo al que ha desviado hacia la derecha a mi Novia-Muerta? ¿No estoy muerto yo mismo desde hace un buen rato, esperando en el Síncope Azul el control que de nuevo efectúan los jefes con mi número?"  Dejando una pregunta al aire: "¿Pero yo? ¿Es real esta cama laqué, o sueño con ella definitivamente instalado en la Gran Sombra, donde por fin los jefes me abren paso irritados ante el nuevo error, señalándome el Síncope Blanco, donde yo debía estar desde hace largo rato?..."


Éste es uno de mis cuentos favoritos de Quiroga. La trágica historia de un amor imposible surgido en algo que bien pudo ser el sueño más vívido que alguien pudiera tener y que al final, la Muerte arrebarata de ambos, pero sobre todo de él, la ilusión de seguir con aquella mujer que "Y nunca, en los breves días de mi vida anterior, había visto una belleza mayor que la de aquel pálido y distraído encanto en el dintel de la muerte."


Sí, a veces las historias de tragedia son mejores que las que están hechas de miel sobre hojuelas porque te hacen ver la realidad, que la vida no siempre es como tu desearías que fuera. Y que aún con eso, aún con la tragedia cerniéndose sobre tu vida (si es que quieres dramatizar tanto haha), siempre hay una esperanza de encontrar a alguien que haga que tu vida sea plena, llena de ilusión, novedades y el más sincero amor que hay como bien podría ser el de un moribundo al que sólo le importaría vivir si tu estás presente en su vida. Lo sé... soy una cursi-romántica, pero creo firmemente que en la actualidad aún existe esa clase de Hombres, de Caballeros sin armadura pero con un corazón noble y amoroso.

Yo los dejo por ahora, si les gustan mis entradas porfa no olviden compartir! ;)


"Leer es como besar: a quien no lo hace con frecuencia, se le nota en la lengua."






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